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Este octubre tuve el privilegio de asistir a la última formación en español que se impartiría en la emblemática casa ubicada en el número 3 de la calle Lóczy, en Budapest.

 

El gobierno de Hungría ha decidido reformar esta histórica construcción, un lugar que ha marcado profundamente a quienes hemos tenido la oportunidad de conocerlo. Para muchos de nosotrxs, será difícil ver transformarse estas paredes que han sido testigo de una historia que comenzó en 1946.

Ese año, el gobierno húngaro pidió a Emmi Pikler dirigir el orfanato o casa cuna situado en este lugar, que con el tiempo se convertiría en el Instituto Lóczy de Investigación y en la Fundación Lóczy por los Niños.

Desde el principio, Pikler revolucionó la institución. Despidió a toda la plantilla tras intentar, sin éxito, introducir un cambio en el trato hacia lxs niñxs que allí vivían. Optó por contratar mujeres del campo, sin formación previa, para encargarse personalmente de instruirlas.

En las entrevistas se fijaba en sus manos y es que nuestras manos hablan: expresan cómo tocamos, cómo nos relacionamos, cómo cuidamos.

 

Con la colaboración de María Reinitz, Pikler se planteó dos objetivos fundamentales:

  • Garantizar el bienestar físico, afectivo y psíquico de cada bebé.
  • Convertir la institución en un centro de investigación, mediante la observación detallada y a largo plazo de un grupo estable de bebés.

Sus esfuerzos dieron fruto y, en 1970, la institución se transformó en el Instituto Nacional de Metodología para las casas cuna de Hungría, permitiendo a Pikler y su equipo recorrer el país para enseñar su método.

En 1978, Emmi Pikler dejó la dirección en manos de su hija, Anna Tardos, psicóloga infantil. El legado continuó con fuerza, y en 2007, Lóczy pasó a ser una escuela infantil, actividad que mantuvo hasta septiembre de 2024, cuando se trasladó a una nueva sede.

Pese a este traslado, tuve la fortuna de realizar en octubre de 2024 la formación de nivel superior «Análisis de la propia experiencia» en la sede original, sumergiéndome una última vez en este espacio cargado de historia.

Al no haber niñxs en las instalaciones pudimos recorrer cada rincón: el despacho de Emmi Pikler y Anna Tardos, las antiguas casas de las maestras, los almacenes con las grabaciones de vídeo de los estudios cuidadosamente apiladas, fotografías olvidadas, ediciones antiguas de textos y, por supuesto, el famoso triángulo Pikler de hierro que aparece en tantas imágenes icónicas.

Es una verdadera pena que esta casa no se haya convertido en un museo en honor a Emmi Pikler y a su equipo. Su trabajo transformó la metodología aplicada en los orfanatos de su época, dejando también una profunda huella en numerosas escuelas infantiles en la actualidad.

Hoy en día, su manera de mirar a la infancia sigue siendo un aporte incalculable para nuestra sociedad.